Clasificación
Los huesos poseen formas muy variadas y cumplen varias funciones. Con una estructura interna compleja pero muy funcional que determina su morfología, los huesos son plásticos y livianos, aunque muy resistentes y duros.
El conjunto total y organizado de las piezas óseas (huesos) conforma el esqueleto o sistema esquelético. Cada pieza cumple una función en particular y de conjunto en relación con las piezas próximas a las que está articulada.
La superficie de los huesos presenta prolongaciones, protuberancias y tuberosidades, en las que se insertan los ligamentos de las articulaciones y los tendones de los músculos, y una gran variedad de irregularidades como surcos, poros y depresiones por las que discurren y penetran los vasos sanguíneos y los nervios. Están formados por tejido óseo, cartílagos, médula ósea y el periostio o membrana que rodea los huesos.
Los huesos se clasifican según su forma en:
- Huesos largos, son los que tienen forma de tubo alargado. Por ejemplo, el hueso más largo del cuerpo, el fémur, que se encuentra en la pierna.
- Huesos cortos, son aquellos que también son alargados, pero cuya longitud apenas es de unos centímetros. Por ejemplo, están los huesos de los dedos de la mano.
- Huesos planos, son aquellos que tienen forma plana, por ejemplo, el omoplato o los huesos que forman el cráneo.
- Huesos irregulares, son aquellos cuya forma no permite que se clasifiquen en ninguna de las categorías anteriores. Por ejemplo, los huesos de las vértebras.
Pero también según el tipo de tejido que los componen:
El tejido compacto tiene un aspecto macizo, mientras que el tejido esponjoso o trabeculado se caracteriza por los espacios abiertos parcialmente rellenos. Cada hueso cumple una función especial en el sistema. Los huesos no son estructuras lisas, ellos presentan protuberancias y partes rugosas.